jueves, 19 de marzo de 2009

Zanahoria, huevo o café...

¿Cuál prefieres?

Un hijo se quejaba con su padre acerca de lo difícil de su vida. Estaba cansado de luchar, pues cuando solucionaba una cosa aparecia otra. Su padre un chef de cocina lo llevo a su lugar de trabajo. Allí lleno 3 ollas con agua y las coloco sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahoria, en otra colocó huevo y en la última colocó granos de café. Las dejo hervir sin decir palabra.

El hijo esperó impacientemente preguntándose que estaría haciendo su padre, a los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón, sacó los huevos y los colocó en un plato. Finalmente tomó el café y lo puso en un tercer recipiente. Mirando a su hijo le preguntó: ¿Qué ves?.
"Zanahorias, huevos y café" fue su respuesta. Lo hizo acercase y le pidió que tocara las zanahorias. Él lo hizó y notó que estaban blandas. Le pidió que tomara un huevo y lo rompiera, luego de observarle la cáscara, observó el huevo duro. Le pidió que probara el café. él sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.

Le preguntó: ¿qué significa esto padre? Él le explicó que los tres elementos habian enfrentado la misma adversidad, agua hirviendo, pero la reacción había sido diferente. La zanahoria habia llegado fuerte y dura, pero después de pasar por el agua hirviendo se volvió débil. El huevo llegó algo frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido, después de hervir el interior se endureció. Los granos de café eran únicos, después de hervir, habian cambiado el agua.

¿Quién eres tú?
Zanahoria que ante la adversidad y dificultad te debilitas, o eres huevo que después de la adversidad tu corazón y tu espíritu se endurecen, o como un grano de café que cambia al agua hirviente (que causa dolor) Cuando llega al grado de ebullición el café alcanza su mejor sabor.




" Los cristianos somos un granito que le damos al mundo sabor a Cristo. Pero debemos ser purificados por las pruebas para que nuestro sabor impregne al mundo"



martes, 3 de marzo de 2009

..y después de 40 días tuvo hambre...

y eso no le impidió seguir...

Año con año se nos presenta este tiempo no solo para recordar sino para vivir nuestra fe de una fe de una manera única, es donde Cristo vence a la muerte para, que si tu quieres, te entregue la vida eterna. Representa un momento para reconocer lo pequeños que somos ante la grandeza de Aquel que nos ama, una oportunidad para dejar todo aquello que nos ata al sufrimiento y al dolor… y cuarenta días en los que podemos sentir como Dios entra en lo profundo de nosotros para limpiarnos del pecado… cuarenta días en los vamos con Cristo paso a paso, momento a momento su camino no solo a la cruz, sino la prueba de amor mas grande del la cual el mundo haya sido testigo…

Ayuno y oración fueron sus grandes armas para la lucha... 40 días y 40 días de profundo encuentro... ayunando no solo de alimento sino buscando ese alimento que nunca termina. Pasando por las tentaciones que el mal puso en el camino, venciendo para darnos ejemplo vivo de que la fe en Dios todo lo puede y todo lo transforma...

A lo largo de nuestro propio desierto de problemas, de soledad, de sufrimiento y dolor.. o tal vez en nuestra carencia de amor, de generosidad... enfrentamos todo tipo de tentaciones todos los días y a todas horas.. TAMBIEN TENEMOS HAMBRE… El valor del ayuno consiste no solo en evitar ciertas comidas, pero en renunciar a todas las actitudes, pensamientos y deseos pecaminosos. Quien limita el ayuno simplemente a la comida, esta minimizando el gran valor que el ayuno posee. Si tu ayunas, que lo prueben tus obras! Si ves a un hermano en necesidad, ten compasión de el. Si ves a un hermano siendo reconocido, no tengas envidia. Para que el ayuno sea verdadero no puede serlo solo de la boca, sino que se debe ayunar de los ojos, los oídos, los pies, las manos, y de todo el cuerpo, de todo lo interior y exterior.

Ayunas con tus manos al mantenerlas puras en servicio desinteresado a los demás. Ayunas con tus pies al no ser tan lenta en el amor y el servicio. Ayunas con tus ojos al no ver cosas impuras, o al no fijarme en los demás para criticarlos. Ayuna de todo lo que pone en peligro tu alma y tu santidad. Seria inútil privar mi cuerpo de comida, pero alimentar mi corazón con basura, con impureza, con egoísmo, con competencias, con comodidades.

El ayuno tiene como objetivo vaciar nuestro corazón para llenarlo de algo más valioso. Es una necesaria limpieza del alma para atener la grandeza para la que Dios nos ha creado.

Ayuna de juzgar a otros; descubre a Cristo que vive en ellos. Ayuna de palabras hirientes; llénate de frases sanadoras.
Ayuna de descontento; llénate de gratitud.
Ayuna de enojos; llénate de paciencia.
Ayuna de pesimismo; llénate de esperanza cristiana.
Ayuna de preocupaciones; llénate de confianza en Dios.
Ayuna de quejarte; llénate de aprecio por la maravilla que es la vida.
Ayuna de las presiones que no cesan; llénate de una oración que no cesa.
Ayuna de amargura; llénate de perdón.
Ayuna de darte importancia a ti mismo; llénate de compasión por los demás.
Ayuna de ansiedad sobre tus cosas; comprométete en la propagación del Reino.
Ayuna de desaliento; llénate del entusiasmo de la fe.
Ayuna de pensamientos mundanos; llénate de las verdades que fundamentan la santidad.
Ayuna de todo lo que te separe de Jesús; llénate de todo lo que a El te acerque.

"Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra"

(Juan 4,32)